LA VIDA EN SOCIEDAD: LO CULTURAL Y LO HUMANO

LA VIDA EN SOCIEDAD: LO CULTURAL Y LO HUMANO


Este espacio es un lugar abierto para escribir historias de situaciones que pasan sobre temas de interés Social y Cultural en sentido general, sin mucha profundidad Científica, tomando en consideración la parte humana, dirigido a gente sencilla con interés de conocimiento de la Cultura Dominicana , dándole valor a lo cotidiano.

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sábado, 2 de agosto de 2014

-TAL COMO ERAMOS -

Muelle de Samaná   – 1960  


    Muelle de Sabana de la Mar
Fotografía de Lirio H Galvan 


Para  contar  mi historia debo  comenzar  bien hacia atrás, hasta la lejanía de mis orígenes, comienzo  con un acontecimiento en la época en que vivíamos en Samaná,  tenía seis años de edad, íbamos de camino a Sabana de la Mar, era la tarde del ultimo Domingo del mes Julio del 1960, eran las primeras horas de la tarde, y era el día de los Padres, 31 de Julio.

Habíamos tenidos un día muy  caluroso, bajo  un cielo despejado y  fuertes vientos se sentían en el ambiente.  Caminábamos lentamente, deteniéndonos aquí y allá,   por aquellas tristes calles y sin vida de lo que  entonces era  el pueblo de Samaná, en contraste con la calidez de esta tierra   y la afabilidad de las  gentes que dejábamos  atrás. Aquel recorrido no lo olvidare mientras viva.

Teníamos unas cuantas horas de espera para tomar el barco que nos llevaría a Sabana de la Mar.

Habíamos vivido un largo tiempo en Samaná,  mis padres tenían un Hotel para viajeros llamado “Hotel Marcia”, situado en la avenida del malecón, y en los finales del 1960 desdieron salir de Samaná,   traspasaron  el hotel a otra familia,  las pocas ganancias obtenidas se les repartió a los empleados y salimos rumbo a Sabana de la Mar en busca de un futuro mejor.

Mis padres eran gentes sociables, dispuestos siempre socorrer. Ellos  ayudaban a todos los necesitados, y creían que el que daba siempre recibía.

Vivíamos en los tiempos de la dictadura, época en que nadie se atrevía a  pronunciar  la palabra comunismo, ni se arriesgaba en  hablar de libertades. Trujillo había gobernado el país con puños de hierro. La vida en Samaná  nos había sacudido  bien.   Sabana de la Mar era un buen refugio en los tiempos de crisis, como los que vivió el pueblo dominicano bajo el yugo de los Trujillo. Un  año  después muere fusilado el Dictador.

Con lamentos, abrazos  y sonrisas partíamos a Sabana de la Mar en el Barco Carmelita – Río Yuna de Tom Phipps. Los empleados del hotel lloraban  al ver caminar a mi madre hacia el barco, en el que nos  alejábamos para siempre, y del que siempre  ella suspiró el resto de su vida al recordar este acontecimiento.

Con la  cabeza inclinada hacia atrás y una niña en los brazos; ensimismada y triste,  mi madre decía:  - ¡De lágrimas esta hecho el camino!

-¡De nada sirve extender los brazos repletos de añoranzas. !

Ella era una mujer de  mucha templanza, y de una inteligencia casi clarividente, exhibía un estilo amable con profusa  humildad, de  un  carácter reservado que se acentuó con los años. No usaba maquillaje ni adornos, y siempre estaba bien cuidada.

Estábamos en el muelle, mi padre parado con mis hermanos   esperando  al encuentro de amigos y personal del hotel. Mis padres se abrazaban, se besaban con los amigos,  y nosotros  de espectadores sin entender nada cuando el decía:

. - ¡La vida nos obliga a caminar hacia el frente, aunque  anhelemos  quedarnos
      estacionados en donde estamos !

- Eran palabras huecas que el viento llevaba hacia el mar, aunque vinieran del
   corazón.

Mi Padre era un hombre de mediana estatura, delgado, ojos muy azules,   pelo rubio, bastante cuidado, lo llevaba peinado hacia atrás, pegado a la cabeza, de figura realmente señorial y rostro reservado. Miraba fijamente revelando su carácter enérgico y decidido. En su trato intimo era  un Ser humano de  gestos calidos y sereno,  que  trasmitía sencillez y bondad.  Tenía las características de un ciudadano Ingles, aunque sus orígenes eran italianos. Llevaba siempre pantalones de caki, camisas de mangas largas de color blanco, de vestir sencillo. Acostumbraba a usar para protegerse del Sol, un    sombrero de copa alta y alas anchas, de color gris o color  castaño,  de esos que le dicen  Fedora, era de los que usaba actor estadounidense Harrinson Ford , en la película  Indiana Jones.

Cruzar la Bahía de Samaná en uno de estos barcos  tenia sus encantos y sus particularidades, pues se  producían  situaciones  interesantes que dejaban eterno recuerdos.

En esa época, mi hermana  era una niña de  cuatro años,  la expresión de su rostro era dulce y  amable, tenía una lúcida inteligencia y un sereno carácter, de espontánea rapidez en sus movimientos y un color dorado en sus cabellos, con algunos  30 rizos  perfectamente organizados, vestía  un traje ligero de organdí ingles, de color rosado, con pintas discretas de motitas blancas, de esos que le llaman de” arroz con coco”, y unas medias rosadas que adornaban sus zapatos blancos. Parecía que iba vestida de fiesta. Mi madre la vestía impecable. En ella todo era armonía. Era una niña adorable, iba agarrada de las manos de mi padre y de mi hermano mayor, que tenia 10 años  de edad; mi madre conversaba, pero no la perdía de vista. Todos en el muelle se quedaban mirándola, como si hubieran visto   algo inesperado, luego le sonreían

Era una tarde soleada y muy  fresca de ese  verano, del muelle emanaba un penetrante olor  a trementina y  a sal. En la bahía terminaban los momentos de calma, y  por extraño que parezca,  un sol resplandeciente de un color amarillo rarísimo que  parecía  anaranjado .Una fuerte brisa  parecía expresar un profundo sentimiento, al  empujar las olas contra las rocas, produciendo un sonido que daba  la impresión de  entonar   una triste melodía  de despedida.

Con un nudo en la garganta sentía esos sonidos melódicos, al mismo tiempo que el viento intentaba ahogar la embarcación en el  muelle. Había muchos vientos.

- ¡Eran los vientos alisios del mes de Julio!  

Los alcatraces parecían detenidos en el aire con las alas abiertas tratando de mirar hacia el fondo del mar, daba la impresión de que analizaban alguna situación y emitían un sonido como si quisieran anunciar su vertiginoso picado.

Aferrados al silencio anhelábamos perdurar  para siempre ese mágico momento antes de que nos hiciéramos a la mar.

Eran los estragos de las despedidas.

El Carmelita aguardaba a los pasajeros.

Subimos al barco; un marino elevó   el ancla. El capitán sujetó  el timón  con firmeza, y desde la proa del barco despidió a sus colaboradores. Por el estribor se podía divisar escrito en letras blancas el nombre de  la embarcación “Carmelita- Rio Yuna”. Se adentro a las profundas aguas de la Bahía de Samaná y salimos rumbo a Sabana de la Mar. Mi madre agitaba los brazos desde la embarcación, para decir adiós, permaneció de pie por largo rato mirando fijamente hacia el horizonte, hasta que el muelle desapareció detrás de la inmensidad del mar. 

Cuando la tarde  iba  saliendo entre  las luces  del crepúsculo, imaginábamos que la noche seria de un cielo transparente,  sin nubes, rociado de estrellas y  con luna llena. Pero lo que no imaginábamos era  que aquella tarde cambiaria el rumbo  de nuestra historia.

Desde el muelle se avistaba el parque Duarte que recibía a los pasajeros que desembarcaban en el  muelle, había mucho movimiento en los alrededores por la llegaba del “Carmelita”.

Con el tiempo la mayoría  de los empleados del hotel nos siguieron detrás, fueron llegando poco a poco buscando trabajo  nuevamente………… 

Desde entonces han pasado 54 años pletóricos de acontecimientos  y  aun siento la impresión de aquel evento. Muchos sucesos familiares y sociales han pasado después de eso.

De aquel tiempo solo quedan los recuerdos que van  y vienen  porque esa es la esencia de la vida.

No hace mucho tiempo estaba estacionado en  mi vehiculo, debajo de un árbol, en las orillas de   una carretera   y escuchaba por la radio una voz,  de esas que tienen  un timbre calido y muy sentimental, era algo profunda, parecía a esas cantantes apasionadas por la vida, la intérprete la llamaban Mercedes Sosa,  aquella   canción  me traía muchos recuerdos,  se llama  “Las Cosas Simples”;  recuerdo algunos trozos de la canción que dicen así:

Uno se despide, insensiblemente de pequeñas cosas /lo mismo que un árbol 
que en tiempo de otoño se queda sin hojas/ al fin la tristeza es la muerte lenta 
de las simples cosas/ y esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón. 

Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amo la vida /y entonces comprende 
como están de ausentes las cosas queridas/ por eso muchacho no partas ahora 
soñando el regreso que el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo. 

Cerré los ojos, apoye la cabeza en mis manos sobre el manubrio del vehículo  y recitaba para mis adentros aquella canción, que se sentía como un  espacio congelado en el tiempo.


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