Me gusta
escribir sobre lo que le ocurre a la
gente común. Observar los lugares y a las
personas que por allí caminan, estudiar sus expresiones y analizar
su naturaleza como persona. Es como ponerle un rostro
a lo que estoy observando.
Detrás de cada
Ser Humano se esconde una historia
y se ocultan añoranzas
que se pierden en las
profundidades del tiempo.
-
¡Cada cual tiene su
historia!
Aquel
viernes cuando la tarde agonizaba y la luna se incorporaba para hacerse
cómplice de la noche se movía por
todo aquel ambiente un aire
húmedo que parecía lamer el rostro de las gentes.
Había
llegado a un reconocido Bar que por el ambiente reinante allí debió llamarse “Bar de Penas” o “Refugio de
Corazones Rotos”. Aquel Bar era muy popular para ese entonces por la fama que tenia de sus cervezas bien
frías y baratas. Estaba establecido en
la esquina de una de las calles de las
inmediaciones del Fuerte de Santa Bárbara. En lo que hoy es el casco antiguo de
la ciudad.
Cerca
del Bar había pensiones baratas,
hotelitos de mala reputación, restaurantes pobres y kioscos dónde se vendían frutas y
vegetales para los menesteres del
día.
Por
las noches el aspecto del barrio era solitario y triste y
solo se veían hombres acorralados en su soledad.
Aquel
Bar estaba ubicado en un antiguo edificio de color amarillo anaranjado
añejo, de dos pisos. El local tenía dos
ventanas que miraban hacia la calle y estaban
a la altura de algunos dos o
tres metros del nivel de la superficie
de la acera que da a la calle principal.
Una
puerta de madera muy ancha de dos hojas se
abrían hacia la calle principal y sobre estas puertas pendía un bombillo encendido de color verde.
Un cartel
pintado a mano colocado a la izquierda de la puerta,
rezaba la insinuante oferta de $ 10.00 pesos la Cerveza bien fría, razón
por cual preferimos este Bar para
utilizarlo como puerto de descargas de las
penas.
Recuerdo
claramente la entrada a ese Bar. Un hombre alto y corpulento permanecía de pie con aire despreocupado. Tenía
una de esas apariencias que podían pasar de la sonrisa más inalterable y humildemente cordial hasta el enojo más irritable de un modo muy disimulado sin mover un solo de sus
músculos. Los conocidos que entraban al lugar le llamaban Don Eleuterio. Don
Eleuterio era el guardián de seguridad y
control de la entrada al Bar decían que era un retirado del Ejército.
La entrada
estaba al lado derecho del edificio, era una puerta muy ancha y de donde se iniciaba una hilera de unas cuantas mesas
con sus sillas en perfecto orden. Una larga barra de madera muy añeja estaba localizada en lado
norte del local con sus respectivos taburetes
para el uso de los clientes que llegaban allí.
Un pasillo
largo, estrecho y oscuro llevaba hasta
un cuarto al fondo de la casa para conducir
al baño de damas. Para llegar al baño de hombres había que atravesar el tramo
de un gran patio de tipo español que tenía
sembrado una gran cantidad árboles añosos y además había
unos cuantos bancos de hierro para el respiro y esparcimiento de los clientes.
Este patio estaba
rodeado por otros patios, con cercas de la misma vecindad. Un rótulo sobre una
puerta anunciaba “Baño de Hombres”
Recorriendo el
salón central del Bar se podían observar las paredes pintadas de colores
claros, donde presentaban muchas
advertencias y anuncios.
Una publicación resplandeciente, ubicada al fondo del
salón, que se veía con toda facilidad a la entrada al bar alardeaba la frece
“Adiós Tristeza”. Tenía piso de mosaico que resplandecía de limpio.
Todo el techo era de madera antigua que descansaba
sobre grandes vigas de roble viejo, las
cuales sostenían el piso de la segunda planta. Fijada a la viga
central del techo había una bola giratoria de los años 80, que daba
vueltas al ritmo de la música que
proyectando círculos de colores en las
paredes y en el piso del salón.
Una colección de
fotografía en blanco y negro se exhibían en la pared contiguo a la barra. Cada
fotografía tenía su historia de los que por
allí habían pasado.
A la izquierda
del salón había un acogedor y discreto
rincón de poca luz la cual proyectaba su intimidad cálida.
En el lado derecho,
contiguo a la puerta de entrada. Había una vellonera antigua marca wurlitzers, gritando a los cuatros vientos: Déjenme
beber hasta que muera/No se metan en mi vida por favor/El licor puede tomar las
venas, que esta sufriendo mi pobre corazón/En
la cantina me paso noche y día, tomando por un falso querer/ Después que dijo
que a nadie más quería, lo vi con otra entregándole su amor
Ya para mi no
hay alegría/ Vivo en un mundo de tristeza, / cuando me falta el valor, aclamo a
la cerveza/Si tomo es con mi dinero y si es que
invito pago yo…. /Porque son amigos míos y bohemios, a la larga pagan
ellos y bebo yo.
Podía percibir todo ese desenlace de emociones que traía consigo esa Bachata. Podía sentir todas esas
cargas de melancolías con más penas que alegrías, que junto a unas cuantas
cervezas y un pote de Ron provocaba un
nudo de amor en la garganta entre personas que estando cerca se ignoraban.
Allí
nadie escuchaba a nadie.
Cuando llegamos,
los parroquianos que allí estaban nos saludaban
con sonrisas y extendiendo saludos a cada rato.
Los
clientes eran hombres entre los 25 y los 65 años. Pocas mujeres estaban en el lugar.
Todo
el mundo se conocía entre si y se trataban como amigos de antaño, eran gentes
que cuando se tropezaban en el salón se
abrazaban con mucha cordialidad. Las
emociones que les producían este encuentro las disfrutaban entre sí. Allí todo
era ternura y todo era alegría. Era una
verdadera fiesta cuando se encontraban.
Una
voz femenina muy agradable llena de sensualidad y en tono íntimo salía del
lado derecho de la barra; tenía la piel
color canela y unos ojos color café que deslumbraba intensamente.
Una
hermosa cabellera larga caía sobre sus espaldas, vestía una blusa roja de satín que dejaba casi al
descubierto unos senos bien redondeados y firmes que
parecían estar levantados, los cuales no dejaban nada a la imaginación , al caminar contorneaba con
orgullo sus firmes caderas de
cintura avispa. Los clientes del bar le llamaban “Media Noche”, también le decían
Rosita, pero su verdadero nombre era Rosa.
Rosa
ofrecía a los nuevos parroquianos una
muestra de “Mamajuana”.
-
¿Me acepta un trago de Mamajuana? -Gracias, si
lo acepto.
-
Se trata de un trago
muy especial. - Dijo “Media Noche”
-
Rociando el piso con el primer trago de la botella
recién abierta, “Media Noche” brindaba
por los bebedores que habían muerto.
- -¡Por la paz de sus
cenizas!
- Es el trago de los muertos. - dijo ella
-Este
trago llamado “Mamajuana” es un brebaje
con alto grado de alcohol, hecho
a base de palos y raíces de diferentes tipos de arboles, mezclados con Miel de Abeja, mariscos, testículos de buey y algunos tipos de rones.
-Así
Explicaba ella a los nuevos visitantes del bar.
Al
poco rato mi corazón iba al galope como
un caballo desbocado y terminé más
letárgico que un gato con los ojos mustios como el de un parrandero borracho. Se me había ido ya todo
el encanto y toda la poesía de la vida.
En
ese momento escuchábamos una bachata
interpretada por Mélida Rodríguez: Ya no
me importa que digan que soy mala/En esta vida, yo me siento muy feliz…. /En la
otra vida que es la que llaman la buena, yo sufrí mucho y por eso la cambié.
Ahora
me culpan mis amigos porque ignoran..,/
lo sufrida que yo he sido por ser buena…. /Yo sola se la amarguras que se pasa,
siendo buena y que me culpen de mala….
En
ese momento se arrima una mujer a la mesa, tenía el pelo rubio y unas facciones adustas con rostro acongojado, ojos
azules melancólicos y mirada triste.
Explicaba que
venía de buena familia, de un pueblo llamado Monte Cristi por allá por la frontera con Haití y que el lado oscuro de la vida la
había elegido.
Tenía un año que su marido
había muerto. Ella pensaba que
fue de un mal que le habían echado.
Insistentemente repetía de manera dramática:
-¡Que importa un clavo mas en mi sarcófago ¡
- -¡Que importa si ya estoy muerta!
-
Nadie le presta
atención.
Se
acerca a la mesa de los vecinos y les
solicita ayuda para sus hijos. No dice su edad, pero ya había proporcionado
suficiente información: tiene tres hijos. Afirma que no desea robar, pero tiene que
alimentarlos. Parecía que iba a llorar.
La dama que estaba en la mesa le
facilita 50 pesos. Ella lo agradece, estira el brazo derecho, lo toma y sale del
bar.
Me
acompañaba un amigo de los tiempos de estudios de la Universidad, le llamábamos
Julito, pero su nombre real era Julio. Teníamos
como una especie de hermandad.
Él
era lo que se dice un tipo
de “malas pulgas”, un rebelde sin causa, discrepante con todo, no le interesaban el origen de las cosas,
vivía el presente, tampoco le interesaba el pasado. Él era hombre sin
complicaciones.
Julito era un hombre mestizo alto y corpulento de perfil
imponente, tenía un rostro alegre, una
sonrisa fácil y reía frecuentemente. De voz firme y ronca como la
de un locutor de la radio de los
años 40.
Llevaba siempre el
pelo a la moda rociado con aerosol para darle
brillo al pelo e impedir el desgreñe. Vestía como si fuera a ir a un duelo.
A pesar de su
recio carácter Julito era el marido más amoroso del mundo. Un día cualquiera no regresó más a su casa .
Nunca supo cuando terminó el encanto, pero
tampoco cuando empezó el desencanto.
Pronto nos
pusimos a prestarle atención a la interpretación de Carlos Pizarro, que con esa voz llorosa que atravesaba el
corazón como una daga y desentrañaba
el alma del más frio de los vivientes.
El bolero decía así: Pa que vea
lo que se siente, / pa que sientas lo que siento. / Te lo juro por mi madre que
me lo voy a cobrar/ Que diosito me perdone este negro pensamiento, / pero es
que ya no aguanto lo que tu me haces penar. /Le daremos tiempo al tiempo, ya
veras si no es reciente. /El orgullo siempre
orgullo y te voy hacer llorar, / cuando tú me veas con otra, /...’
En medio de todo
ese cambalache nocturno, una mesera se desplazaba entre mesas y mesas con un recipiente grande de madera que sostenía en el cuello, en el cual llevaba
una gran cantidad de chocolates, chicles, mentas, paquetes de
cigarrillos y fósforos, se lo ofertaba a
los clientes.
-Hice
un gesto para dar a entender que me interesaban unos chocolates.
- - ¡Cinco pesos por favor!
– Dijo la mesera.
-
-¿Que? -Respondí.
-
-¿Por qué? –Volví a decir.
- -¡No se haga el tonto,
por favor! – Contestó
la camarera
Con
una sonrisa leve saque de la cartera un billete de cien pesos y pague lo convenido.
Un
individuo que estaba cerca de mí abrió los ojos como dos monedas de cincuenta
centavos y enfiló su certera vista hacia mi cartera, creo que en un abrir y cerrar de ojo
contó todos los billetes que habían dentro de ella. Luego sonrió cínicamente y salió.
Me
encogí de hombros y continúe bebiendo sorbo a sorbo
la cerveza bien fría y escuchando en la vellonera a Sonia Silvestre cantando y a los parroquianos coreando: Quieres dormir y yo quiero andar /
La noche es para un largo viaje y hay que llegar…../ tropecé ayer con tu cariño
y hoy me puse a pensar… es verdad…. Quieres dormir y yo quiero andar, la noche es
para un largo viaje y hay que llegar….
Sin
más comentarios me levanté de mi silla y me dirigí sigilosamente
al baño de hombres, el cual se mantenía lleno toda la noche.
Los clientes entraban y salían, unos tras
otros y también en grupos en busca de satisfacer sus necesidades fisiológicas.
A
la entrada del baño se percibía un discreto
olor a moho y algo que recordaba a la flor de lavanda.
Dentro del baño había un
estrecho orinal de cemento muy largo
pintado de blanco y colocado en dirección horizontal que cubría la
mitad de la pared del lado norte, allí cabían de seis a ocho clientes cómodamente ubicados al mismo tiempo.
Un
espejo que cubría gran parte del lado
sur del baño estaba colocado en la pared sobre unos cuantos lavamos que
estaban incrustado en un largo mueble, como si fuera un mostrador rectangular, era
utilizados por los clientes para
acicalarse el pelo.
Varios bombillos sobre el espejo alumbraba el baño. Allí se escuchaba la música pero el sonido era más
bajo.
Las
paredes del baño eran limpias y
brillantes, pero sobre el orinal se desplegaban
frases con letras de diferentes tipos y
tamaños, algunos calzados con firmas
anónimas y fechas que me recordaban a
las lápidas de un antiguo cementerio.
Me
detuve a leer algunos de los mensajes escritos
que me parecían sentencias publicadas en la pared.
“Por aquí paso la bragueta más rápida de Santo
Domingo”.
“Perdido
en este mundo injusto y cruel”.
“¿Sabes
que es lo más triste de la traición?
-Que nunca viene de un enemigo”.
”
¿Por qué las cosas son como son y no de otra
manera?”
“¡Me
gusta mi primo!, - “ ¿qué hago?"
Yo he escuchado contar muchas cosas curiosas sobre comportamiento de las gentes en los baños públicos.
A través del tiempo he visto que en
algunos baños públicos cuando los hombres llegan se encierran en sí mismo, se
vuelven esquivos y mantienen una lucha
interna consigo mismo de que no se fijan unos de otros y que
tampoco les interesa fijarse .
Al momento de ingresar cada uno se acomoda en su lugar y
generalmente buscan el mismo
espacio de siempre cuando se trata de un cliente tradicional del lugar.
Si se le ocurre preguntarle algo al
vecino lo hacen en un tono muy tímido y apagado,
como si se tratara de una osadía. El indagado como es natural
se asusta en el acto y lo mira con cierta curiosidad y timidez con el que pregunta, ambos continúan
con su mutuo sobresalto y permanecen por un momento sintiendo inquietud.
Luego de los primeros momentos de la llegada se va
produciendo lentamente un ambiente de
confianza que va creciendo y se va propagando, convirtiéndose poco a
poco en una confidencia recíproca que se generaliza y de esta manera se inicia una conversación.
En medio de este tenso mutismo y con timidez nerviosa surge inesperadamente un
hombre de algunos 40 años comentando
sobre los mensajes escritos en la pared, lo hace para iniciar una conversación
y romper el hielo, el cual arrastra a todos los demás desde el primero
hasta el último y dice:
- -Los que escriben en los
baños públicos son poetas anónimos que exponen un romanticismo rebelde y buscan gritarle al mundo un fragmento de su
historia.
El
primero de la fila adujo rápidamente:
-Me parece que estos mensajes
anónimos son
confidencias de deseos
restringidos. Son
escritos aquí, porque es el único lugar que permite exponer
la libre expresión del pensamiento , al mismo tiempo que es irrebatible porque se ha hecho en lo más oculto de su
soledad , pero está dirigido a un público
especifico que sí le presta atención.
- En este lugar no hay censura, porque nadie
sabe quién lo
escribió. - Contestó otro.
Y luego continuaron diciendo:
- Aunque pinten y vuelvan a pintar las paredes de
los baños públicos
siempre habrá alguien
que continuará expresándose libremente y sin
reproche, pero al mismo tiempo el
individuo
refleja su capacidad intelectual.
- - Escuchaba atentamente y
permanecía silente
como en misa.
Un señor que
estaba en el lugar aseguraba que en investigaciones arqueológicas hecha en los
baños públicos de la antigua Pompeya encontraron
muchos letreros o grafitis como le llaman ahora, que
reproducían situaciones de índole sexual
o citando a alguien con intenciones de relaciones sexuales.
En medio de toda esta conversación
algunos se miraban con otros llenos de incógnitas.
A partir de todo esto recordaba que
Sigmund Freud decía que la mente está dividida en tres partes: el
Ello, el Yo y el Superyó. El “Ello” representa los impulsos originales y
constituía el motor del pensamiento y del comportamiento humano.
El argumentaba
que el “Ello” contenía nuestros deseos
de gratificación más primitivos y que
“El Superyó”, era la parte que
contrarresta al “Ello”, lo cual representaba los pensamientos morales y éticos.
También él explicaba que “El Yo” permanecía entre ambos, y que actuaba mediando entre
nuestras necesidades primitivas y nuestras creencias éticas y morales. Freud
afirmaba que existían partes del “Yo” que son inconscientes, y que un
“Yo” saludable proporcionaba la
habilidad para adaptarse a la realidad e interactuar con el mundo exterior de
una manera que representaba el mejor compromiso entre los deseos.
Freud ratificaba que esas cargas energéticas del
“Ello “son las que hacen tender al organismo hacia la obtención de un
fin, que es lo que él le llamaba “ Estado de Tensión del Ello”,
creadas por las demandas prohibitivas o disciplinarias
provenientes del “Superyó”. Él también alegaba
que todo este proceso estaba en relación con la
historia de vida del individuo.
Les cuento esto, porque Freud sabía
muchas cosas interesantes sobre la Naturaleza Humana y sobre su comportamiento,
él buscó una explicación a la forma de cómo funciona la mente.
Expresó que el proceso de la
represión es un acto no consciente, es decir que no ocurre a través de las
intenciones de los pensamientos o sentimientos conscientes.
Freud realizó un
estudio llamado psicoanálisis en la que
trataba de aclarar todas estas cosas.
Con relación a la conducta humana, mi padre decía: Que todos
estábamos matriculados en la escuela de
la vida y que el maestro era el tiempo.
Finamente salí al patio a respirar
un poco de aire fresco, aquí la vida se movía a un ritmo completamente diferente. Algunos
parroquianos se quedaban un buen rato conversando sobre
sí mismo y sobre su familia, de su matrimonio y de los
divorcios peliagudos, se hablaba también de la soltería y de
los eternos goces de la soledad.
Unos pocos fumaban.
Escuché hablar a un hombre que
rondaba los 45 o 50 años de edad. Era apuesto, de apariencia
distinguida, con sedoso pelo castaño y ojos color café.
Llevaba ropa elegante y
tenía una postura de galán, de esos que uno dice que presumen de Dandy.
Este señor relataba que había tenido una aventura amorosa
con una vecina y de la
cual se había arrepentido para todo el resto de su vida, porque esa mujer lo
había llevado por las calles de la amargura. Le daba gracias a Dios y a la vida
con los brazos abiertos, gritándole al
cielo su alegría por haber salido de tan espinosa relación.
Mi padre acostumbraba a decir
muchas cosas interesantes de la vida, otra cosa que él decía era que la vida es como una caja de bombones y que
uno no se sabía cuál le iba a tocar.
Entre nuevamente
al bar a encontrarme con Julito, tenía en sus con sus manos una
botella casi llena de cerveza y estaba junto a una tal Doris , si mal no recuerdo su
nombre, los dos estaban más engolosinados
que una caja de chocolates con miel de abeja , tarareaban en
consonancia con la vellonera la canción de Amalia Mendosa: Sabes/ mejor que
nadie que me fallaste,/ que lo que me prometiste, se te olvidó/ sabes a ciencia
cierta, que me engañaste,/ aunque nadie te amara igual que yo,/ llena estoy de
razones para despreciarte/ y sin embargo quiero que seas feliz,/ que allá en el
otro mundo en vez de infierno encuentre gloria y/ que una nube de tu memoria me
borre a mí…..
Ella levantaba
los brazos como si estuviera pidiéndole clemencia al Señor. Sus grandes ojos brillaban
como luciérnagas en la oscuridad de la noche .En medio de esa penumbra pude ver
sus gruesas pantorrillas que sobresalían
de una estrecha y corta falda negra. Esas pantorrillas traían a Julito loco y sin ideas.
Ya dentro del bar
la gente gritaba Otelo, Otelo, Otelo. Chillaban
como chicharras viejas pidiendo algunas canciones y cervezas. Otelo era el camarero,
un hombre más o menos de algunos 40
años. Las gentes lo tenían muy atosigado la noche entera. Bebía a la par con los
parroquianos mientras atendía a los
clientes.
Otelo era un hombre muy delgado, con cabellos muy
rubios y patillas muy largas, usaba
lentes pequeños redondeados y exhibía una camisa blanca con un lazo en el cuello, como
los que usan los gatos refinados de gentes ricas.
Tenía además puesto por encima de la
camisa un chaleco de satín negro y unas
ligas negras que recogían las mangas de la camisa, la que usaba para arremangarla
y que no se mojaran los puños cuando estuviera preparando los tragos o secando
las mesas. Otelo llevaba una vestimenta
como las que usaban los boticarios del lejano oeste americano.
La vellonera continuaba tronando con la canción del corrido mejicano de Lucio Vázquez
Volaron los pavos reales rumbo a la cierra mojada, mataron a lucio
Vázquez, / por una joven que amaba…
A las once de la noche estaba Lucio
cenando, /llegaron unos amigos, para invitarlo a un
fandango/……..ahhhhhhhhhhhhhhiiiiahiiii, corrido de lucio Vázquez/un hombre, / ¡si
señores!…../
Su madre se lo decía me lo avisa el corazón,
no valla Lucio a ese baile, cuídate de una traición, / montaron a su caballo,
donde se hallaba la joven que lucio tanto adoraba… ahiiihaiai/ Lucio Vázquez un
hombre….
El silencio de la noche se interrumpía
constantemente por el bullicio de las
gentes que permanecían en el bar.
En esos momentos regresa la camarera a la que le llamaban “Media Noche”, llega
y se aviva la mesa con lo que sería la sexta
cerveza de la noche.
A lo lejos se observaban dos hombres mayores de algunos cincuenta años de edad, estaban estribados con los codos puestos en la barra, miraban con mucha atención a una mujer que estaba sentada al lado derecho de ellos dos, debió tener la misma edad de los dos. Estos hombres daban la impresión de que estaban borrachos.
La desconocida me miraba con sus grandes ojos negros, como si estuviera
en estado de contemplación, luego dirigió una mirada fría y desairada hacia los
dos hombres.
Esa mujer tenía un pelo largo ligeramente ondulado, separado por una línea divisoria en la mitad de la cabeza, que caía indiferente y elegante. Sus cejas eran
bien cortas y finas, excesivamente rectas,
de un castaño al igual que su pelo. De
nariz respingona.
Exhibía una boca muy esquiva, unos
labios muy gruesos y llamativos, pintados de rojo intenso.
Presentaba una sonrisa enigmática y triste como el de la mona lisa.
La mujer llevaba una blusa con gran escote que revelaba sus grandes y
provocadores senos, los cuales
trepaban y caían con cada
respiración. Los hombros estaban cubiertos
por unas mangas cortas. Vestía una falda bien estrecha hasta las rodillas que
al caminar dejaba extremadamente
manifiesto sus elevados glúteos y sus bien afeitadas piernas.
Escuche decir que era la amante de un próspero comerciante. Era una
mujer muy agresiva y que por eso aquel
hombre la había abandonado. Se podía percibir
su soledad y toda su fisionomía se asomaba un
discreto encanto neurótico.
El cincuentón que no la pierde de vista se le aproxima y le susurra al oído
suplicándole favores íntimos a cambio de cien pesos.
Desbordada de ira y enfurecida por
aquellas frases, se levanta de la mesa reclamándole al viejo cincuentón su infame invitación. Sin muchos adornos y con
soberbia le expresa:
- - ¿Que dices vicioso
desvergonzado. ?
- Viejo pérfido.
- -Deberías estar en un
circo.
-
Con gritos que parecían alaridos continuaron
los impulsos de ira de aquella mujer.
El viejo le
manifiesta sin ofensas en voz baja y palabras cariñosas, que por favor que olvide
todo lo antes dicho. Pero la injuriada se levanta de la mesa, riega la
cerveza por todo su cuerpo y sigue
gritándole al hombre.
Aquel alboroto
con respuesta altanera y amenazadora de esa mujer, produjo un rumor de disputa en el bar
que atrajo la atención de todos los parroquianos.
En cuestión de
minutos la desconocida salió furiosa y en pocos momentos reapareció acompañada de un tal Meneíto, al
que también le llamaban Menelao , pero
ya el hombre no estaba. Había abandonado
el lugar sin pagar.
La alegría
continuaba en los ánimos de los parroquianos, lo cual impidió que la ira
continuara.
Los demás se
ríen. También la mesera que está más ebria que los mismos borrachos a los que
ella les sirve.
Alguien de una
mesa desconocida se levanta ,va a la vellonera y selecciona el disco de Chelo
Silva , “El Cheque en Blanco” , nos
pusimos a escucharlo con atención: - Pero
que mal te juzgué, / si te gusta la basura, / pero mira que locura, pero
para ti está bien, /pero que mal
calcule/yo te creía tan decente y te gusta lo corriente por barato yo que sé,
/y no canto de dolor, / yo no busco quien me quiera,/ ni pretendo financiera
que me avale lo que soy,/ yo no soy letra de cambio,/ ni moneda que se entrega,
/que se entrega a cualquiera como cheque al portador………
En medio de todo este estira y afloja
nocturno, el lugar se volvía cada vez
más desafiante a medida que iba avanzando la noche y la vellonera continuaba con sus
embates a alto volumen con la canción de Anthony Santos, muy conocido por la repetición de la frase:
" Nereyda, no quiero nada contigo, recuerdo que me ofreciste tu cariño y
tu abrigo / a otro tu se lo entregaste, / yo me quede solo y triste / Nereyda
me traicionaste.
La melodía cobraba fuerza. Aquélla voz ronca penetraba
en las gentes con un tono muy íntimo y lleno
de vida alterando la lucidez de algún bebedor compungido.
Enseguida entro una mulata de esas que son muy maliciosas, movía
lascivamente las caderas. Era una joven
de algunos 30 años, muy bonita y coqueta,
de pelo corto alborotado de color castaño.
Aquella mujer presumía de diosa, era
alta, delgada y elegante. Hacia alarde
de su estrecha cintura y sólidos
glúteos.
Llevaba una blusa de color blanca con una gran abertura frontal, era de una tela muy fina que la que le
acariciaba la piel. Exhibía con orgullo
unos senos pendencieros, ya que no llevaba brassier.
Tenía puesto en el cuello una fina cadena de oro amarillo casi imperceptible,
que terminaba en su último eslabón con un delicado diseño de cuarzo rosa que caía libremente en la
línea media que empalma los dos senos.
Usaba un pantalón de
nylon negro brilloso que le quedaba ajustado
a sus firmes caderas, la cuales transmitían sensualidad y seducción.
Se comentaba que había sido bailarina y
cantante de un club nocturno, en
su época de mocedad debió haber
tenido un cuerpo bien tonificado. Su
piel tenía la misma tonalidad del color de la canela.
No parecía marchita, pero si tenía la expresión
de haber pasado por muchos momentos escabrosos en su vida. Tenía la impresión
de que esa mujer estaba sumergida en un profundo mar de nostalgia.
Un cincuentón que lucía como un
revoltoso de sus peores tiempos, era un
gran gladiador de esos que no
desperdician la vida, estaba sin
compañía y desviaba su atención hacia esa mujer.
Tenía aspecto de gran bailador, pues llevaba el ritmo de la música al compás con las manos.
Los dos se profesaban muy conformes, compensándose armónicamente al compás de la música en medio del salón. Abrigada
por los brazos de aquel hombre
ella se sentía como Alicia en el país de las maravillas.
Aquella
mujer impúdica bailaba la Bachata
mejor que nadie y llevaba un excelente
ritmo.
El hombre tenía a esta mujer bien
adosada a su cuerpo, la tenía pegada como una losa a una
pared, quedando el hombre de frente
sobre las piernas de la mujer, moviendo su cintura. Ella acariciaba el cuello de aquel hombre mientras bailaban la Bachata con insinuantes arrebatos lascivos.
-
-Esos senos jalan más que cuatro bueyes juntos.
-Murmuró un
hombre que estaba allí.
- -Ella es una exagerada –
Respondió una mujer
Sin bulla se levanta de la barra un
señor de algunos cincuenta años al que le
llamaban Cirilo; al parecer era muy popular en el lugar pues todo el mundo allí conocía su historia.
Cirilo mostraba una chalina larga negra y fina que le enlazaba todo el cuello , dando la impresión de tener un lazo
ahorcándolo, tenía una camisa blanca de tela de algodón, pantalón de
dril color kaki y un sobrero Jipi
Japa de los que le llaman sombreros de
Panamá, era del mismo color del pantalón.
Cirilo
era un cliente del mismo barrio.
Se comentaba que había estado bebiendo todo el día en diversos lugares y había
llegado a prima noche al bar, más eufórico que de costumbre.
Según Julito desde que Cirilo tenía dos años, su madre lo dormía contándole
las viejas historias de la Biblia y desde siempre le afirmaba que en latín aquellas
leyendas eran más hermosas. Pero su madre murió cuando apenas era un niño y a
su padre nunca lo conoció. Cirilo nunca tuvo regalos de navidad.
La otra estocada de la vida fue al enterarse
del suicidio de su novia
ahogándose en un estanque lleno de agua. Aquel suceso lo marcó para la vida,
se entregó a la bebida para borrar los
recuerdos de aquella mujer. Abandonó el trabajo y el lugar donde vivía y se convirtiéndose así en un bohemio.
Decía Julito que Cirilo
era capaz de recitar todos los
capítulos y versículos de la Biblia.
-Yo
conozco ese hombre desde hace mucho
tiempo, él era un hombre honesto.
-¡Él es un búho de noche de desvelo!
- Continuaba diciendo Julito.
De repente y aparecido de la nada llegó
Cirilo al salón, con los ojos más rojizos que una llamarada. Sonreía maliciosamente y pretendió tocarle un seno a
la mujer que bailaba.
Gritando: ¡“Rata maldita, sacaste la
pelota del parque”! …, y se abalanzó
sobre Cirilo. La mulata dio el salto del
tigre y se colgó del cuello de Cirilo con tal furia que le hirió la cara con
sus filosas uñas y le dejo los ojos como dos platos cuadrados.
El guerrero que acompañaba a la mulata,
dispuesto a borrar la injuria que había
sufrido su pareja por aquel desconocido, le asestó tremendo puñetazo en la cara que casi lo tumba, se
armó la de “no te menee” , pero como Cirilo era un hombre absorbido
por la vida mundana se supo defender y le devolvió el golpe al guerrero.
En el medio de aquellos dimes y diretes,
“Media Noche” borracha, las palabrotas de los bebedores solitarios, el
guerrero, y la personalidad sicótica de
la mulata, intervenía Don Eleuterio
aplicando llaves de judo y separando a los bravucones para
controlar la situación. A él no le
preocupó que con el desorden se le
hubieran caído los pantalones al piso. Sudoroso recoge el pantalón del suelo y
abandona rápidamente el salón. Los entremetidos aplaudían como un grupo de payasos.
Cirilo se quedó atónito por un momento y solo atinó a decir: Descendí hasta al fondo del infierno sin llegar a ver a lucifer.
La ofendida después del acontecimiento
se sienta en la mesa y pide una cerveza, que el encargado del bar se negó a
darle. Posteriormente “Media Noche”, compinche
de otros tiempos le trae una nueva cerveza y un vaso. El
guerrero sale presuroso por la misma
puerta que salen todos los demás, quizás por eso la mulata no volvería a aflorar
el resto de la noche.
"Media Noche" selecciona “Cuando Nadie te Quiera”, de Carlos
Pizarro. Para que ese melodrama de intrigas llegara a
su fin,
Así terminaba la noche. La vellonera
gritaba el último disco de la noche, nuevamente con la voz quejumbrosa de
Carlos Pizarro, que a media madrugada se
sentía como una puñalada que
desgarraba el mismo centro del corazón. Decía así: Cuando nadie te
quiera/Cuando todos te olviden…/volverás al camino/ donde yo me quede.
Volverás como todas, / con el alma en
pedazos/ a buscar en mis brazos un poquitico de fe/ cuando ya de tu orgullo/ no
te quede ni gota/ y la luz de tus ojos /se comience a parar, / hablaremos
entonces/ del amor de nosotros/ y sabrás que mis besos, / los que tanto
desprecias, /van hacerte llorar. /
Cuando nadie te quiera, / cuando todos
te olviden/y el destino implacable, /quiero ver tu final, /yo estaré en el
camino/ donde tu me dejaste, con los brazos abierto y un amor inmortal, / yo
quiero que sepas, que no se de rencores y a través de mi madre, / aprendí a
perdonar y una vez tu me conozca, mis tristezas de amores, aunque tu no
quisieras, aunque nadie quisiera, me tendrás que adorar.
Se inicia la limpieza de las mesas .Pagamos los gastos
consumidos y abandonamos el bar. Salíamos rápidamente de aquel
lugar y ya teníamos otra historia que contar, los demás salen también
por la misma puerta, era indicio de que
el bar iba a cerrar.
Ahí descubrí: “El Discreto Encanto de un
Bar de Mala Muerte”….
El bar de la esquina quedó alojado en lo imaginario, como una leyenda arrinconada
en mi memoria de un grupo de
personas desconocidas. No es más de ahí.
Fui parte de esa historia, pero me
siento fuera de ella y del lugar donde estuve.
Creo que ningunos nos fuimos sin
recuerdos…. cada cual se fue por su lado en la vida….
HOla, cuanto tiempo sin leerte.
ResponderEliminarPor aqui hay algun bar asi tambien.
Gracias Anyol por tu visita. Te envío un fraternal saludo
ResponderEliminarGracias Lenetta por tu visita y por tus comentarios en mi espacio. La paz quede contigo amiga.
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ResponderEliminarQuién no quiere sentirse feliz siempre, y aunque la felicidad parezca a veces inalcanzable debemos luchar por conseguir esos momentos que poblarán nuestros recuerdos y nos ayudarán en momentos de absoluta opacidad.
Esta semana he estado de viaje y me he demorado sin apenas darme cuenta. Pero hoy tengo el gusto de pasar a saludarte y desearte un magnífico fin de semana!!
Sin olvidar que la mejor canción es la sonrisa de tus ojos,
melodía poéticas que mecen mis sueños.
Atte.
María Del Carmen
Gracias Maria por tus palabras.
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ResponderEliminarMe gustaría ser una gota de lluvia,
Para nacer al borde de unos bellos ojos
derramarme por la luz de las mejillas
y romperme en la silueta de los labios,
para iluminarte con una sonrisa cada mañana.
¡¡Un feliz y radiante fin de semana te deseo!!
Atte.
María Del Carmen
Hermoso comentario Maria.
ResponderEliminarGracias Maria del Carmen por compartir. Me es muy grato tus comentarios.
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ResponderEliminarPaso a saludarte…
Vestida de felicidad,
Con rosas de paciencia
Y aromas de prudencia.
Deseando…
Que el fin de semana valla pasando
Enarbolando,
Los sueños que te vallan rozando.
Atte.
María Del Carmen
ep
Waooooo! Que bello, que dulce se siente leer escritos como este, .felicidades esta muy linda .
ResponderEliminarGracias waika por tus lindas expresiones , me place leer tus comentario. Aquí puede venir todas las veces que lo deses. Te invito a seguir visitándome.
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