Sabana de la Mar
Fuente: Hector L. Galvan
Era un domingo en el atardecer de un otoño, mediaban los años 60, emigrábamos a Sabana de la Mar, en busca de un mejor futuro y una nueva vida. Nos mudábamos a un pueblo localizado al suroeste de la media Isla, habíamos vivido por largos años en Samaná al nordeste de la bahía, de donde nos proponíamos realizar una travesía por vía marítima en una pequeña embarcación para 30 tripulantes, cuando llegamos al puerto el cielo empezaba a nublarse y una fresca briza comenzaba a sentirse en el lugar.
Había esperado ahí largas horas, lleno de tristeza y sombríos pensamientos que me inspiraba la mudanza. Luego de esta espera entramos a bordo con gran facilidad, porque ya nos conocían las personas encargadas de la custodia de la lancha y de la verificación de los pasajeros. Me escurrí con mucha facilidad y me senté cerca de la parte anterior del barco.
Trascurrieron dos horas para levantar velas hacia el horizonte y por fin emprendíamos el viaje bajo un ingrato clima creado por la borrasca de un mal tiempo que se presentaba inesperadamente. Ya enrumbado y en medio de la ensenada, dormía en una butaca bien cómoda y que tras las algarabías de las gentes me sacaron de un profundo sueño que me mantenía pegado al sillón. ….! Un verdadero alboroto!. Yo miraba todo aquello con la boca abierta y no lo creía. Enmudecía sin saber que pensar de todo aquello. Se compadecían de mí al verme la cara más pálida que un muerto. Ya estábamos muy separados de la orilla, el capitán navegaba mar afuera; las marejadas y el agua que nos abatía eran interminables, el sube y baja de las olas daba la impresión de que el mar nos tragaría a todos. Deseaba escuchar de la boca de algún tripulante de los que viajaban en la embarcación el fin de ese mal tiempo. Mucho tarde’ en recobrar la serenidad que tanta falta me hacía, lo que me permitió agarrarme de las barandillas del barco.
Siempre recuerdo esta experiencia, porque se repitió tantas veces en la misma la tarde, una y otra vez…..
Dicen que con el tiempo se olvidan los malos momentos, pero confieso que esta experiencia quedo’ grabada en mi mente para siempre.
Fuente:www. Paranomio.Com
En un poco más o menos de una hora llegamos al fin del suplicio,… todos aplaudían,… nos encontrábamos en mejor situación,… ya estábamos anclando en el puerto de Sabana de la Mar, serían las cinco o las seis de la tarde cuando llegamos a las costas, allí éramos esperados por familiares y amigos….. Un altoparlante se escucha a lo lejos anunciando la entrada de la embarcación al puerto y dando la bienvenida a los pasajeros que llegaban al pueblo.
Salimos inmediatamente del puerto, para tomar el camino que nos llevaría a la casa. El sol del atardecer había salido, el mal tiempo había pasado de este lado de la bahía y una fresca brisa se movía entre los visitantes que se paseaban por el lugar. En el puerto había mucho movimiento de gentes que esperaban los pasajeros que llegaban en la embarcación. El caos de las gentes y el ruido de los vehículos y motores, trasmitían desorden, se escuchaba música y gente vociferando la salida de taxis y autobuses para otros pueblos de la parte oriental y para la capital.
"Bar Sobre las Olas"
A la entrada del pueblo se divisa una cantina, en cuya fachada frente a la bahía cuelga un letrero que dice “Bar sobre las Olas”. Se escuchaba música y gente cantando. Había allí una gran multitud de parroquianos que se ejercitaban coreando con chillidos y saludando a todos los que entraban al pueblo. De allí salía todo el ambiente sonoro del domingo. Ahí retumbaba repetidamente: “En el juego de la vida”, que ponía casi a todo el mundo en estado de delirio…
En el juego de la vida
Juega el grande y juega el chico
Juega el blanco y juega el negro "Bar Sobre las Olas"
En el juego de la vida
Nada te vale la suerte
Porque al fin de la partida
Gana el albur de la muerte.
Juega con tus cartas limpias
En el juego de la vida
Al morir nada te llevas
Vive y deja que otros vivan.
Cuatro puertas hay abiertas
Al que no tiene dinero
El hospital y la cárcel
La iglesia y el cementerio.
En el juego de la vida...
Cuando pregunte por la canción, alguien exclamó que la conocía…! “En el Juego de la Vida” ¡… fue grabada por allá por la década de los años 50, por un cantante llamado Daniel Santos. Esa voz era inconfundible….. él le ponía su sello de melancolía. Al escuchar esta canción me hace soñar y volar mi imaginación. Llegan a mi mente recuerdos de personas que fueron importantes en mi vida….. Siempre la recuerdo con un hondo suspiro.
Imagino estos episodios de mi vida muchas veces como un drama, otras veces lo siento como una comedia, pasan por mi mente como deslumbramientos de una película de lo que viví a mi regreso aquel pueblo
Foto:Christian 112
Una calle larga, se inicia en las cercanías del muelle, ahí se encuentra el “Brisas de la Bahía” un pequeño hotel, para albergar pasajeros que llegan de Samaná; de ruta hacia la capital y otros pueblos de la parte oriental, brindan habitación con baño y una buena comida. La atención es muy esmerada.
Al salir del entorno se veían las casas en hileras, con sus techos marrones productos del estado de oxidación.
El pueblo conservaba su estilo romántico, con sus viejas casas de rasgos victorianos, como consecuencia de su historia y de su ambiente físico.
Al fin llegamos a un antiguo caserón de madera de definida arquitectura victoriana, lo que sería nuestra nueva residencia. La casa era grande, sobria, pintada de amarillo, los aleros del techo de colores blancos, de madera calada, en su frente se exhibían ocho puertas de color amarillo, con complementos rojos, las puertas muy cercanas una de las otras, con cuatro áticos encima del techo, de dos ventanas cuadradas cada uno. Desde sus áticos se divisaba el pueblo en todas sus direcciones. Podía ver las calles y los techos de las demás viviendas, daba unas sensación increíble poder dominar a la vista todo el pueblo… Vivamos en la calle Duarte # 24. En su parte trasera presentaba un patio amplio, abierto que se comunicaba con las demás viviendas de la familia, lo cual producía un aspecto de vecindad entre las mismas familias.
Todas las habitaciones presentaban el mismo aspecto muy amplias, con grandes ventanales y anchas puertas, ocupadas por camas antiguas de bronces terminadas en bolas de cristal duro, agarrados por garras de tigres, que producían el misterio de los objetos antiguos. Grandes lámparas antiguas pendían del techo de cada habitación…Fueron traída de traídas desde Italia por nuestros abuelos...
Para llegar al cuarto de mi hermano mayor había que subir unas amplias escaleras con anchos pasillos, que lo dejaba completamente independiente,
En uno de los rincones del patio había con un profundo aljibe de tipo artesiano español, que servía de abastecimiento de agua a la familia en caso sequía.
¡Eran los vestigios del antiguo esplendor del pueblo! , en donde mis padres ya habían vivido y habían tenido en tiempo atrás una a tienda y un almacén de comestibles, con abastecimiento de arroz, café y cacao, el cual duro’ por muchos años hasta la llegada de la gran depresión económica que sufrió el país y nos obligó a emigrar a Samaná.
Un día mi padre me conto que nuestra familia había vivido aquí por mucho tiempo, nunca supe cuando nos establecimos en Samaná.
Fuente: Hector L. Galvan
Las mañanas en sabana de la mar, comenzaban temprano, al amanecer era muy común ir al puerto. Los pescadores llegaban en sus botes y cubrían las orillas de la ensenada con sus mallas repletas de peses. Mujeres de diferentes edades llegaban en grupos para comprar los comestibles del día. Vendedores ambulantes de frutas, vegetales y mariscos se paseaban lentamente entre las gentes pregonando lo que traían…..! Pescados fresco!... ¡Cogido temprano! ¿Quién quiere?..? Quien lo quiere comprar?. Baratísimo lo doy..
De aquellos años recuerdo a un viejo pescador que mientras desmontaba las redes de la embarcación, le cantaba a cuentas mujeres llegaba y le contaba una historia de amor. Una mujer madura atendía a los que llegaban en busca de una buena ensarta de pescado o maricos…! Era Enemencia..! Muchas gentes la conocían. Era muy respetada en el pueblo. Se decía que era de buena familia.
A lo lejos de las orillas de esta ensenada, se puede observar una mancha larga de un verde azulado pálido, separado en línea recta del cielo, de color blanquecino en el horizonte, manchado con pequeñísimos rastros de lo que son las casas del pueblo de Samaná; lo que me obligó por mucho tiempo a soñar en medio de ese destierro.
El dolor de decir adiós a los amigos, dejar atrás las huellas de nuestra infancia y de muchas cosas con las que nos habíamos identificados, nos obligó a construir nuestros propios destinos.
El tiempo logro tapar las nostalgias con el manto del olvido. Nunca nos explicaron que el desgaste de la memoria, nos dejaría sin recuerdos.
En toda esa área se encuentra una larga cadena de montañas y sobre esas montañas está edificado el poblado, localizado en las mismas orillas de la bahía.
De hierrro, traída por esclavos afroamericanos
La geografía de Samaná es de un terreno costanero muy escarpado en la mayoría de sus partes, sus montes son muy boscosos y las calles para transitarlas hay que subir muchas pendiente. Una gran cantidad de sus habitantes son descendientes de esclavos afroamericanos que huyeron de la esclavitud que vivieron en Norteamérica. Fue la presea deseada de Napoleón Bonaparte, para construir un refugio francés. De esos deseos solo quedaron los planos para la construcción de la Ciudad Napoleónica.
Era un pueblo verdaderamente aislado, apenas había una carretera desde la capital para llegar hasta allí, a muchas horas de distancias y la otra salida era por la vía marítima hacia Sabana de la mar, que era la más usada en aquella época, por su viabilidad y cercanía a la capital. Para aquella época las casas estaban construidas de madera de estilo victoriano y el pueblo no pasaba de diez esquinas, allí habíamos vivido por largo tiempo.
En la actualidad Samaná es un pueblo con grandes hoteles, construidos a los bordes de grandes acantilados con vistas panorámicas hacia el mar, en donde se pueden disfrutar sus tesoros naturales y el apareamiento de las ballenas jorobas en su paso por la bahía. El pueblo tiene una gran autopista que los comunica con la capital en 45 minutos. No es un pueblo aburrido, sigue siendo muy encantador y un verdadero paraíso con mucho desarrollo turístico a donde llegan muchos turistas.
Sabana de la mar se encuentra en el litoral sur de la bahía, desde las orillas de su ensenada se puede observar a la distancia el pueblo de Samaná.
Cuando llegue a Sabana de la Mar era muy pequeño, ahí me crie y ahí casi me hice hombre hasta irme a vivir a la capital para continuar estudios universitarios.
No he vuelto a sabana de la mar desde entonces, a veces pienso que me gustaría volver a lo que fue mi vida y otras veces prefiero aceptar la realidad de lo que hoy vivo.
Me provocas recordar
ResponderEliminarCasita De Campo
Casita de campo, tan blanca tan linda
Quisiera soñar
Allá en la portada, siempre enamorada
Ella de esperar
Allá en la cañada
Una luz bañada
De plena y lunar
Bajo la palmera
Con cielo de estrellas
Nos da su querer
Tu que cobijaste casita del campo
Nuestro gran amor
Oiste las quejas,
Oiste la ofrenda
De su boca en flor
Ahora estoy tan solo
Que me ahoga el llanto
Casita del campo
¿Cuando, junto a ella
Volveré a soñar?
Enriquillo Sánchez
Hermosas letras, de un gran compositor.Gracias por tus comentarios amigo.
ResponderEliminar!muchas gracias muchas gracias!
ResponderEliminar!muchas gracias muchas gracias!
ResponderEliminarGracias a ti por tu visita.
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